“Mi hermano me contó que había visto una película muy buena que se titulaba Los 400 golpes”

“Mi hermano me contó que había visto una película muy buena que se titulaba Los 400 golpes”

20/06/2025 Desactivado Por admin

Fernando Colomo, director de cine y actor

Entrevista realizada por Paco España para el periódico Cantabriapress

Hace pocas fechas, Fernando Colomo estuvo en la Escuela de cine y TV de Javier Cifrián y Carmen Gutiérrez donde tuvimos la suerte de ser participes de sus conocimientos inabarcables y de una  cercanía, sencillez y capacidad de comunicación que nos llevó al asombro por tratarse de un director que representa uno de los puntos más brillantes de la historia del cine español.

“Mi padre se llamaba Rufino Colomo, de carrera hizo Derecho, luego se pasó al estamento militar en la rama de Intervención, parecido al jurídico; mi madre Carmen Gómez, era “sus labores”, yo soy el segundo de cinco hermanos, imagínate. He crecido en una familia tradicional, católica, franquista y buena gente. Mi primer colegio fue la Sagrada Familia porque vivíamos en Menéndez Pelayo, 53, frente al Retiro en una casa alquilada, en aquel momento no se valoraba vivir frente al Retiro, porque el sueldo de militar tampoco daba para mucho y la Sagrada Familia estaba al lado; esto fue hasta los 10-11 años.

Mi padre consiguió una vivienda militar al final de la calle Ferraz, con un alquiler bastante económico, una zona estupenda, es en la que vivo ahora, pero en aquel momento era extrarradio. Tenía la particularidad de que todos los vecinos eran militares y recuerdo que mi madre decía: “Pues la coronela ha dicho…”, era curioso porque en las reuniones se seguía un régimen militar, los que tenían más graduación mandaban más. Allí cambié de colegio, fui a Los Sagrados Corazones, “otros sagrados”, en Martín de los Heros. Tengo recuerdo de una experiencia bastante positiva, dentro de aquellos cauces de enseñanza en la que estaba todo absolutamente dominado por la dictadura, con una censura totalmente férrea, pese a los cual, ya adolescente con 15 años, me empecé a interesar mucho por el cine.

Cinefórum

Hasta entonces yo era muy loco de los cómics y me gustaba mucho dibujar, era lo que quería haber sido, incluso hice un curso por correspondencia, se llevaba mucho en la época, me resultó muy interesante, me explicaron las bases de la perspectiva, de la entonación, del estilo y eso me sirvió mucho posteriormente para la carrera de Arquitectura, eran principios de los años 60. Los sábados por la tarde, antes de terminar las clases teníamos una especie de extra escolar que era el Cinefórum. Ponían películas y un religioso nos explicaba quién era Fellini,  Bergman o Bardem. Parece que hemos ido en retroceso, hoy en día los jóvenes no tienen la formación cinematográfica que nosotros teníamos. Mi hermano mayor iba un curso por encima, me contaba las películas que había visto en el Cinefórum, al que solamente podían entrar los alumnos de dos último cursos, sexto y Preu y yo estaba en quinto.

Me contó que había visto una película muy buena que se titulaba Los 400 golpes y yo, que tenía una inquietud por todo lo nuevo o lo que podía ser arte, conseguí meterme en una proyección que había al día siguiente, que en realidad era para padres, porque ya que la alquilaban para los sábados, aprovechaban y el domingo se la pasaban a los padres. Me presenté por allí y le dije al director del colegio que tenía mucho interés en ver la película, me miró un poco de arriba abajo y me dijo: “Eres un crío, pero pasa”. Para mí fue un shock ver esa película porque el protagonista tenía mi edad, a partir de ese momento me volví loco con el cine y empecé a enterarme de todo con una revista que era Film Ideal, muy católica, pero la única especializada y que hablaba del Festival de Cannes, de Venecia y de todo tipo de películas. Había otra que era Nuestro cine, pero era más cara y no la podía comprar.

Bellas Artes

Cuando terminé el bachillerato con 17 años, solamente estaba la escuela oficial de cine y se necesitaba tener 21 años para poder ingresar, con lo cual mi padre me preguntó qué carrera iba a estudiar. Mi plan era hacer Bellas Artes, en la que casi todo era dibujo y no tenía matemáticas ni cosas de esas que me horrorizaban, pero no coló y mi padre se puso muy pesado, “que sí se había sacrificado para que hiciera una carrera, lo de Bellas Artes no era nada serio y lo del cine una locura”. Entonces me matriculé en arquitectura. Yo no tenía ningún interés por aquello porque me parecía una cosa muy complicada, en la que había que estudiar mucha matemática y trigonometría, pero me vi allí metido.

Cuando estaba en cuarto de la carrera, ya decidí presentarme también a la escuela de cine. Había dirección, guion, producción, interpretación y decoración. En decoración se habían presentado 7 personas para 8 plazas y en dirección más de 200 para 8 plazas. Entonces pedí un cambio de matrícula y me pase a decoración, con la idea de presentarme al año siguiente a dirección, ya conociendo como era la escuela por dentro. En ese momento ya había terminado la carrera de arquitectura y comienzo a trabajar, pero como al cabo de una año me doy cuenta de que he perdido totalmente la conexión con el mundo del cine y que me veo abocado a ser un arquitecto municipal en Villa del Prado, el pueblo de mi padre en la provincia de Madrid y que es una vida que no me gusta. En la escuela de cine ya no hubo exámenes para nuevos ingresos, porque apareció la Facultad de Ciencias de la Información, aunque los que estábamos podíamos seguir estudiando. Como tenía aprobado el ingreso y dos asignaturas de primero de decoración, me vuelvo a matricular y me convierto en el único alumno de primero, ya que era repetidor.

En aquellos años el cine de Bergman era del poco que podía pasar la censura, porque era más religioso. El Séptimo sello o El manantial de la doncella, entonces se estrenaban en la Gran Vía y eran éxitos populares. También se estrenó aquí El eclipse, de Antonioni. Las películas de Dreyer se podían ver en Televisión, si te coincidía bien la hora a la que la daban. Leer literatura era muy difícil por la censura, pero libros como La metamorfosis de Kafka, pasaban porque no los entendía nadie. Más tarde, cuando fui a la universidad, no sé cómo conseguí leer L’Ètranger de Albert Camus, estaba en francés, que había estudiado en el colegio, pero no entendía nada. También estaba la editorial Losada, que era Argentina y vendía “de extrangis” estos libros en español a estudiantes en un puesto callejero en la calle Princesa, próxima a la Universidad, podías leer libros que a veces sacaba de “debajo de la mesa”, como La peste, también de Camus, pero ya traducidos al castellano”.

“Estoy muy orgulloso de Las delicias del jardín porque la buena comedia nace de la verdad”

Hago los tres años de la carrera de cine y me sirve para contactar con compañeros de la escuela como Imanol Uribe. Empiezo con algunos papeles de actor y ahí aprendo cómo se rodaba y cómo se hacían las películas de verdad, en 35 mm, en blanco y negro, alguna en color. Fue una enseñanza muy interesante. A partir de ahí sigo trabajando como arquitecto, ahorrando dinero y en el año 1977, por fin me decido, doy el salto y hago Tigres de papel, muy basada en experiencias personales, con la técnica que había ido adquiriendo en mis trabajos de actor y en los cortos que me iba produciendo.

Yo seguía viviendo en casa de mis padres, que era la única forma de ahorrar, pero siempre con vistas a rodar un largometraje. Tuve suerte porque cada corto que hacía recuperaba el dinero porque había ayudas a posteriori y así podía hacer el siguiente, de esta forma hice tres cortometrajes en 35mm, el último fue Pomporrutas Imperiales, que se llevó prácticamente todos los premios que había entonces, como el del círculo de escritores cinematográficos y el del Festival de cine de Huesca y eso me dio mucho ánimo y un cierto predicamento. Rodando estos cortos conocí a Félix Rotaeta, Carmen Maura, Miguel Arribas, Joaquín Hinojosa y a todos los incorporé a mi primera película.

Las películas que recuerdo con más cariño, porque creo que son más interesantes, son las que hice de una forma más independiente y con menos presupuesto, La línea del cielo, del año de 1983, la rodé en Nueva York, con un equipo de cinco personas, incluido Antonio Resines, de hecho el equipo le llamaba el “alter-igo” porque era como mi alter ego. Esta película se rueda de una forma fulminante, se me ocurre en 15 días, en otros 15 días consigo que vengan Resines, el director de fotografía y Antonio Isasi, para organizar un poco la producción y nos ponemos a rodar de una forma totalmente improvisada.

Estreno

Es la única película mía que se ha estrenado en Estados Unidos, con una crítica buenísima en el New York Times y un cierto recorrido en festivales. De hecho Harvey Keitel hizo El caballero y el dragón porque había visto La línea del cielo. Al estar rodada en Nueva York tuvo un recorrido internacional, dentro de un circuito minoritario. Entonces me entró el gusanillo de pensar en hacer lo contrario, en España una película en inglés, que tuviera un mercado internacional, así nace El caballero y el dragón, una locura absoluta y total, me meto en ello y desgraciada o afortunadamente sale adelante. No pude arruinarme porque no tenía un duro, pero si que me endeudé muchísimo, debía como 50 millones de pesetas. Me explicaron que no me meterían en la cárcel, pero me convertiría en una persona insolvente total y estaría toda la vida debiendo dinero. Fue durísimo y bastante angustioso porque solo tenía deudas, pero tuve la suerte de reaccionar y escribir un guion en soledad, porque básicamente no podía pagar a nadie. Conseguí levantar La vida alegre de una forma milagrosa y salió una película comercial que me permitió pagar mis deudas. Tenía un presupuesto bastante bajo a pesar de contar con actores conocidos, recaudó un pastón y conseguí pagar a todo el mundo que había participado en El caballero y en Dragón, menos el director, que era yo.

Al ser un proyecto muy comercial, La vida alegre me dejó en una posición muy buena para seguir haciendo cine. Lo que pasaba entonces era que una película se estrenaba en un solo cine en Madrid. El primer día fue regulín, el segundo no tan mal, el tercer día empezó a ir bien y el cuarto día empezó a haber colas. Se corrió la voz enseguida de que era una película muy divertida y a la gente le gustaba mucho. Salieron críticas buenísimas, se pasó seis meses en el cine Paz de Madrid, un cine de más de mil localidades y los fines de semana era de lleno total, eso fue trascendiendo al resto de España y con muy poca publicidad hizo mucha taquilla.

Tercera película

La isla bonita que ya tiene 10 años, esta hecha con un presupuesto ridículo, un poco emulando a La línea del cielo. Se hace sin guion, con un esquema de medio folio donde se contaba un poco el argumento, para mí fue como unas vacaciones de verano. Junto a La línea del cielo es mi película favorita. Las delicias del jardín será mi tercera película de la trilogía de películas independientes, tiene un presupuesto bajo, pero normal, con un equipo de unas 22 personas y hecha de una forma totalmente independiente, con el apoyo de Amazon y sin ningún tipo de subvención estatal; una vez comenzado el rodaje recibimos el apoyo del ayuntamiento, la comunidad de Madrid y Telemadrid. Estoy orgullosísimo de la película y creo que puede gusta mucho porque es muy personal y autobiográfica, al mismo tiempo con mucha comedia y creo que la buena comedia nace de la verdad.

Estoy como actor, está mi hijo Pablo. Es una historia que hemos escrito entre los dos, sobre el mundo del arte, podemos decir que es una comedia del arte y tengo puestas muchas esperanzas en ella. Esta rodada con teléfonos móviles, que técnicamente ha sido y reto total y no lo habría hecho con ningún otro director de fotografía que no hubiera sido José Luis Alcaine, que me lo propuso porque yo quería que rodáramos de una forma más revolucionaria. La película mezcla actores profesionales de la talla de Carmen Machi, Antonio Resines, Luis Bermejo, Brays Efe o María Hervás con otros que no son actores, lo que ahora llaman actores naturales, que de alguna forma se interpretan a si mismos. Quería buscar una fórmula que me posibilitara extraer lo mejor de los actores no profesionales, que no fueran muy conscientes de que existía una cámara, que no tuviéramos que repetir, que es lo que realmente hace complicado ser actor.

Hemos llegado a rodar con seis móviles, en ocasiones escondidos en el decorado, con tres operadores de cámara que estaban al servicio de los actores, en lugar de ser los actores al servicio de la cámara y creo que hemos capturado cosas históricas. Estrenaremos a finales de octubre, principios de noviembre. Yo siempre me he implicado en el trabajo del actor, poco a poco he ido haciendo papelitos, hasta que ya por necesidad en La isla bonita tuve que hacer el papel principal y en Las delicias del jardín vuelvo a repetir. Como decía Woody Allen, no es el doble, es la mitad de trabajo porque no tengo que explicar al actor lo que tiene que hacer”.

Fernando Colomo como el personaje de Fermín García López en Las delicias del Jardín fotografiado por Nico de Assas
Carmen Machi, Fernando Colomo y Pablo Colomo durante el rodaje de Las delicias del Jardín